Noviembre, tu nombre, en mimbre tejido. De vientres de sol y un no te olvido.
Las Marthas
Ayer antes de la misa de Navidad, en los preparativos previos a la celebración, observé a un señor que al ver la corona de adviento con sus cuatro velas encendidas, subió al altar y una a una, las apagó. Los cánones dicen que se enciende una vela de la corona, los cuatro domingos anteriores a la Navidad, como anuncio de la espera. Pero al ser Navidad, la espera terminó, ya no son necesarias las velas, porque la verdadera luz nos ha llegado en el Niño Dios. Este señor sabía, conocía los cánones, y por eso se dió a la tarea de apagar esas velas. Él conocía las formas del rito. Pero ¿a quién le importa eso? A los que cuidamos las formas, sin duda. A nadie más. Pero, no nos confundamos, aunque pareciera una banalidad, los que cuidamos las formas somos importantes. Mucho se habla de el fondo, de las Marías como lo verdaderamente valioso. De la dedicación al fomentar lo profundo, el interior, los cultos. Pero nada de esto sería posible si no estuvieran las formas. La guía para llegar a ese
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