Amamente

Mi mente es una tormenta, un año o un día.
Luego escampa, y calla.
En sus ráfagas de pensamientos barre con toda mi energía.
Yo no soy domadora de fieras.

Fuerza, alegato, barullo. Luego susurro necio, casi quieto.
Voy a la cama con ella a cuestas.
Somos una, dice, y se adueña de mi sueño.
Ahí, libre de mi consciencia, se quita el maquillaje, se encuera.
Se vuelve la loca de la casa.

Es mi mente. Un día, una vida. Un desvelo.
Y a pesar de la mucho la quiero, yo no sé domar tormentas.


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